Roma y amigos de visita – Memorias de un friki exiliado VI

Antes siquiera de confirmar mi plaza de Erasmus, unos amigos me dijeron que me visitarían. Miraron fechas de vuelos antes que yo, y buscaron hoteles y rutas. Pues cumplieron, y fuimos a Roma tres días. Vale que también estuvieron en Perugia, pero el objetivo del viaje era ver Roma. Al menos para mí, para ellos eran la segunda y tercera vez que la visitaban (o más). Bueno, miento. Es la segunda vez que he estado en Roma. Cuando llegué a Italia en avión Roma era el destino, así que ya conocía el trayecto desde el aeropuerto hasta la estación de tren. Y antes de seguir, para que sea más claro seguir la historia: vinieron dos personas, así que me referiré a ellos como Amigo y Amiga.
Pero como ya he dicho, antes estuvieron en Perugia. Y la primera noche, a Amiga y a mí nos «invitaron» a ver la catedral de Perugia. Un sábado por la noche. Una pareja de fundamentalistas religiosos. Y entramos, porque ella quería verla por dentro, sin más. Y nos llevaron al altar para arrodillarnos y rezar ante un Cristo cogidos los cuatro de la mano. Y nosotros serios, aguantándonos la risa, porque queríamos ver la catedral por dentro. De repente un par de monjes, guitarra en mano, comenzaron a cantar. Al salir, nos regalaron un rosario-pulsera y un par de estampitas (yuju). Podéis imaginaros la risa cuando nos dejaron solos. Primer día que llegan, y me meten en una pseudo secta.
Pero vayamos a lo gordo. Después de varios días y fiestas en Perugia, fuimos a Roma. ¿Vosotros sabéis lo grande que es Roma? Pues yo, que lo más grande que he visto ha sido Madrid, flipé. Nada más llegar a Roma, cogimos el metro y fuimos al hostal. Buen sitio, muy recomendable por cierto. Si alguna vez vais a Roma: Laterano Guest House. Puede que esté un poco lejos de todo lo grande, pero merece la pena. Así que dejamos las cosas en el hostal y empezamos a caminar. Los primeros monumentos de Roma que vimos fueron el Arco de Constantino y el Coliseo. Oscuros, porque a las 5 ya es de noche en Italia en invierno, pero los vimos. De ahí seguimos al centro de Roma, viendo todo: el Foro, el Monumento a Vittorio Emanuele II, la Fontana di Trevi… Y llegamos a la plaza Campo dei Fiori, donde nos clavaron 12€ por una lasaña. ¿Rica? Mucho. ¿Cara? Más aún. Porque Roma es cara: cualquier tienda de ropa es carísima, como los restaurantes. Y después de esta sajada, seguimos andando hasta llegar al Vaticano. Que es muy bonito y todo lo que tu quieras, pero en mi opinión, me parece un poco hipócrita que la sede mundial de una institución que lucha contra la pobreza, tenga a tantos mendigos viviendo a sus puertas. Y lo peor es que por la mañana, cuando llegan los turistas, se les invita amigablemente a marcharse. Muy cristiano todo.
La Fontana di Trevi, uno de los sitios más famosos de Roma

La Fontana di Trevi, uno de los sitios más famosos de Roma

Vuelvo al tamaño de Roma: el hostal estaba cerca de San Giovanni in Laterano. A más o menos cinco kilómetros y medio del Vaticano. En una tarde. Lógicamente, estábamos agotados. Menos mal que Amigo había quedado con un amigo suyo que había estado en Erasmus en España, y nos llevó en coche. Porque por muy bonita que sea Roma por la noche, como que cansa andar tanto. Y por cierto, ya lo comenté, pero en Roma da miedo ir en coche. Se conduce de una forma muy temeraria y peligrosa.
Al día siguiente cogimos el metro y volvimos al Vaticano para verlo por dentro. Esquivamos lo menos a veinte guías turísticos que te asaltan por esas calles y esperamos hora y media para poder entrar. Porque en Roma y en el Vaticano gusta mucho que el Papa haga audiencias, así que hasta que no terminan, no hay visitas. Y después de esa hora y media… otra hora y media esperando al sol para poder entrar a la Basílica. Y en hora y media al sol pasan muchas cosas: conocer a otros españoles, grabarse cantando «Esta es la juventud del Papa», cantar (o gritar) la melodía de Bricomanía, despotricar sobre política y sobre la Iglesia… El sol y el aburrimiento, que son muy malos. Tras verlo hicimos poco más, volver a callejear por Roma, que es una delicia. Una delicia y un peligro, porque nos encontramos con un coche ardiendo cerca del Coliseo. No sabemos cómo ni porqué, pero alguien quemó un coche. Puede que para iluminar Roma con luz natural. Yo qué sé. Así que nos dedicamos a hacer fotos y vídeos hasta que los bomberos hicieron su trabajo y se dispersó la gente. Y después de este momento «peligroso», cenamos. ¿Dónde? En un sitio muy típico en Italia y famoso en Roma: un 100 Montaditos. Sí. Hay un 100 Montaditos al lado del Coliseo. Bastante más caro que en España, y también con la maldita Cruzcampo…
El último día en Roma fue más la última mañana en Roma, porque Amigo y Amiga debían coger un avión. Así que allí me quedé, recorriendo durante dos horas la estación de tren de Termini hasta que saliese mi tren. Porque claro, como no me conozco Roma, pues no quería salir de esa zona. Eso sí, en esas dos horas conseguí aumentar bastante mi Pokédex en Pokémon GO. En dos días y medio en Roma subí nivel y medio. Es impresionante la cantidad de Pokémon que hay allí. Así que aunque solo sea por eso, merece la pena visitar Roma. Y por los monumentos y la historia, claro. Arrivederci e buona serata.